Edgar Cateriano, Director de Gestión del Aprendizaje y Aseguramiento de la Calidad en la Universidad del Pacífico, conversó con nosotros acerca de la situación actual de la educación y de los retos y aprendizajes que ha traído esta pandemia respecto a la enseñanza.

La educación en América Latina y el Caribe ha sido la más golpeada por la pandemia de la COVID-19, según un informe presentado por UNICEF en marzo del presente año. Los niños y adolescentes del continente han pasado más tiempo fuera de las aulas que cualquier otra población en el mundo. Esto, sumado a la escasa conectividad de la región, la precariedad institucional y a la poca integración de las tecnologías de Información y Comunicación (TICs) en la enseñanza han sido determinantes para sentar una crisis educativa.

Edgar Cateriano, Director de Gestión del Aprendizaje y Aseguramiento de la Calidad en la Universidad del Pacífico y docente, analiza la situación desde la perspectiva del sector Educación y destaca tres de las principales lecciones que ha dejado la pandemia:

Tenemos que anticiparnos. Cateriano asegura que “tenemos que estar preparados para los distintos escenarios a los que puede enfrentarse todo tipo de profesión, y eso incluye a la docencia. Hay que estar expeditos para el cambio de manera constante”. Asimismo, explica que cambiar a formas más digitales y tecnológicas se ha convertido en “una necesidad urgente e infranqueable”.
En segundo lugar, destaca el poder de la vocación: “Por encima de las limitaciones siempre puede imperar la vocación de los docentes”, asegura. Cateriano considera que a muchos de sus colegas les ha ido perfectamente bien en las clases virtuales y que muchos han mejorado ampliamente su performance. “Lo que quiere decir que cuando hay ganas, hay oportunidades. Cuando hay vocación, se puede superar cualquier impedimento”.
El último gran aprendizaje corresponde a un universo más personal y tiene que ver con las ventajas de estar en el hogar más tiempo, de compartir más con nuestras familias y seres queridos. “Antes de la pandemia se tenía un prejuicio y se cuestionaba mucho el sistema remoto por un tema de confianza. No se creía que los empleados producirían lo mismo. Ahora empleados y empleadores han visto las ventajas del sistema de teletrabajo”. Quizá haya dos aprendizajes en este punto. El otro aprendizaje sería que “debemos estar siempre dispuestos a liberarnos de nuestros prejuicios”. Asimismo, comenta que quizá las repercusiones hubieran sido menores si, previo a la pandemia, hubiéramos estado más dispuestos a probar el trabajo y la educación a distancia. Porque el confinamiento ya nos hubiera encontrado con un sistema desarrollado y eficiente y la tecnología correcta para teletrabajar y teleenseñar/teleaprender.

Limitaciones de la teleeducación

Dado que ya hemos experimentado la distancia física con nuestros maestros y compañeros, ¿podemos decir que hay cosas que perdemos cuando comparamos las clases virtuales con las presenciales? Cateriano admite que sí, que las relaciones humanas directas son un componente muy importante para el aprendizaje. El hablar delante del resto de nuestros compañeros fortalece nuestra confianza, acercarnos al maestro espontáneamente con dudas y curiosidades nos motiva y produce la sensación de una educación más personalizada. Los trabajos grupales y la integración instintiva fortalecen y construyen importantes relaciones humanas. Por estos factores y otros más, Cateriano concibe como lo ideal un sistema mixto entre lo presencial y lo digital [algo con lo cual fantaseamos al final de esta nota].

Asimismo, la educación en línea trae otras contrariedades. Cateriano explica, por ejemplo, que está científicamente comprobado que la exposición a la pantalla produce más desgaste cognitivo que presenciar a una persona dictando una clase. Además, muchas veces la definición de las imágenes no es lo suficientemente lograda como para que podamos ver con detalle la gesticulación. “Esos aspectos mitigan nuestra interrelación”, explica.

Nuevos retos

El principal reto está en cancha del Estado. La conexión a nivel nacional es una necesidad urgente, opina el profesor. “La falta de acceso a Internet impacta no solo en la educación, sino en todo el desarrollo humano. No estar conectado es una debilidad”.

El segundo reto está en mejorar la performance digital de los maestros. Para esto, se debe vencer tanto la barrera tecnológica como la técnica. “Hay una resistencia al cambio que se debe combatir con transparencia y trato justo”, asegura. Asimismo, propone una estrategia condicionada a la edad de los maestros, dado que en las generaciones menores existe una predisposición más intuitiva frente a la tecnología.  “Sería inequitativo que yo capacite a los de 20 años como a los de los 50 por igual”.

Por otro lado, Cateriano considera que es importante darse la oportunidad de digerir lo sucedido, asumirlo y batallar por recuperar lo que se perdió. “Debemos reconocer institución por institución lo que se ha perdido a nivel de contenido”, opina Cateriano. “Y no dar por sentado que lo que se perdió, se perdió; sino que busquemos la manera de recuperarlo a pesar de que el proceso deba extenderse un poco más de lo previsto”. Esto no incluye solo a lo académico, sino también lo humano. “Debemos también generar mecanismos para que esos vínculos mitigados se recuperen”.

Asimismo, el profesor comenta que ciertos esfuerzos pueden mejorar la experiencia del aprendizaje digital. La retroalimentación personalizada, la interacción entre compañeros y el seguimiento individual del aprendizaje son cosas que pueden conseguirse. “Debe calcularse qué cantidad de esfuerzo adicional demanda de parte del docente, transparentarlo y valorarlo”.

El ideal de Cateriano

El profesor Cateriano imagina un futuro ideal con la dinámica de una educación que recoja lo mejor de lo presencial y lo mejor de lo digital. Lo siguiente es una suerte de day in a life de un estudiante bajo este sistema mixto.

El profesor encarga a los alumnos un trabajo. El trabajo implica enviar un video con una opinión personal sobre un determinado tema. El alumno se despierta a las 9:00 de la mañana. Entre 9:00 y 11:00 escribe el guión. A las 11:00 se graba a sí mismo por su celular y lo carga en la nube. Entre las 11:00 y la 1:00 resuelve otras materias. Toma hora y media de almuerzo y sale en bicicleta hasta el colegio, en donde tiene una reunión con sus compañeros para otra asignatura. A las 4:30 tiene una reunión con su maestro para recibir feedback sobre el trabajo del video. A las 5:00 de la tarde sale del colegio en bicicleta de vuelta a casa.

El resto de la semana puede mezclar esas dinámicas. Exposiciones a través de videos o presenciales, retroalimentación virtual o presencial, reuniones por Zoom o en el mismo colegio. Trabajos que se suben a la nube.

Esta experiencia de un solo día mixto ha tenido un impacto positivo en su capacidad de organización y autosuficiencia, en su salud física (por el viaje en bicicleta), ha despejado en alguna medida el tráfico de la ciudad (dado que se elimina la hora pico de las escuelas), ha aprovechado la infraestructura del colegio, ha tenido interacciones virtuales y directas con sus profesores y compañeros. En resumen, ha mejorado su calidad de vida y su dinámica de aprendizaje.

“El querer ver que las cosas pueden ser distintas y mejores y atreverse a realizarlas es lo que transforma la vida de las personas”, afirma Cateriano.