“Un docente necesita desarrollar su propia inteligencia emocional para poder promoverla en sus alumnos”

Jorge Pérez-Reyes De la Flor, docente de la Universidad del Pacífico, nos cuenta acerca de la importancia de desarrollar la inteligencia emocional en las aulas para preparar a los estudiantes para los grandes retos del futuro. 

Desde la publicación del libro de Daniel Goleman, “Inteligencia Emocional” (1995), este concepto ha ido adquiriendo cada vez más relevancia y atención. Este libro, traducido a más de 40 idiomas y con 5 millones de ejemplares vendidos, tuvo enormes repercusiones a nivel del desarrollo profesional y pedagógico. Esta nueva forma de entender nuestras capacidades más allá de las que mide el coeficiente intelectual es necesaria para preparar a los alumnos de hoy para los grandes desafíos del mañana. “La inteligencia emocional se puede considerar como ese conjunto de habilidades que nos permiten reconocer, gestionar y dirigir nuestras emociones”, explica Jorge Pérez-Reyes De la Flor, profesor y coordinador de orientación psicopedagógica de la Universidad del Pacífico.

Asimismo, agrega que este “buen manejo emocional tiene una gran influencia sobre lo cognitivo”, dado que sirve para dirigir nuestra concentración, tolerar mejor el estrés y la frustración y tener mejor recepción sobre las demandas del entorno. La inteligencia emocional nos permite también el autoconocimiento suficiente para trazarnos objetivos realizables según nuestras habilidades y expectativas. 

“Es importante enseñarle a los niños a que identifiquen sus emociones”, explica el docente acerca de cómo se inicia el desarrollo de la inteligencia emocional. “Es importante que el niño comprenda qué es lo que siente y por qué lo siente, para que en el futuro pueda responder mejor a diversas situaciones”. Esta educación en autoconocimiento y gestión de las emociones empieza desde temprana edad, pero es desarrollable en todas las etapas y es valorada en todas las disciplinas: en lo pedagógico, lo profesional y lo deportivo. “Las competencias blandas tienen un gran impacto en nuestras vidas, porque nos permite también desarrollarnos con los demás de mejor forma”, comenta.

La inteligencia emocional nos permite también comunicarnos de manera empática y saber moderar nuestros impulsos. Estas habilidades son esenciales para los diversos escenarios laborales y personales, incluso en nuestro vínculo con las redes sociales. “Twitter, por ejemplo, se ha vuelto un depósito de no pienso y lanzo. Es necesario detenerse a pensar: ¿Qué quiero decir exactamente? ¿Es el mejor momento para hacerlo? ¿Podría ofender a alguien con esto? Una persona con inteligencia emocional desarrollada tiene menos probabilidades de hacer publicaciones de las que luego pueda arrepentirse”, explica Pérez-Reyes De la Flor.

Otro dato interesante que comenta el docente es que la inteligencia emocional nunca termina de desarrollarse. Es más, “se dispara a partir de los 18 años, por la maduración, la colección de experiencias de vida, los procesos de socialización, entre otros factores”. 

Reconocerla y desarrollarla

¿Cómo reconocemos a alguien que tiene una elevada inteligencia emocional? Según explica el experto, una persona con esta característica desarrollada suele estar más segura de lo que es, lo que tiene y tiende a sentirse satisfecha con ello. Asimismo, reconoce sus limitaciones. Tiene seguridad y autonomía. Controla sus impulsos y sus arrebatos, porque toma conciencia sobre sus consecuencias. Es flexible y se adapta a los cambios y nuevos entornos. Tolera la frustración, es empática y asertiva. Reconoce sus errores y se traza metas. Goleman, de hecho, habla de cinco elementos clave para medir la inteligencia emocional: la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y el buen manejo de las relaciones interpersonales. 

Dicho todo esto, ¿cómo es que se desarrolla? “Son clave las actividades grupales, porque nos regulan frente al otro”, explica el docente. “Es necesario también involucrar a la persona en diversas experiencias que los hagan socializar, hacerlos conocer otras realidades y que entiendan que existen otras personas con diferentes formas de comprender el mundo”. Asimismo, es clave, también, desde temprana edad, que se fomente la autonomía y, como decíamos, el autoconocimiento. 

En ese sentido, el profesor da un consejo crucial para los docentes que pretenden motivar el desarrollo de estas habilidades blandas en las aulas. “Preocúpense primero por desarrollar su propia inteligencia emocional”, recomienda. “Un docente necesita desarrollar su propia inteligencia emocional para poder promoverla en sus estudiantes. Si el propio docente es alguien que no maneja sus impulsos, que no se comunica de forma empática, va a ser muy difícil que contribuya a formar esto en sus alumnos”

Otras sugerencias de Pérez-Reyes De la Flor pasan por alentar las intervenciones en clase, los trabajos grupales, el voluntariado, las expresiones artísticas, las actividades deportivas, la creatividad. “Todo eso suma a construir la inteligencia emocional”, concluye.