Verónica Vargas Soto, docente de Liderazgo de la Universidad del Pacífico y miembro de Lidera UP, conversó con nosotros sobre la mirada moderna que se tiene del liderazgo, las cualidades que definen a un líder y lo relevante detrás de este tema que sigue generando miles de ensayos y teorías al respecto.

¿Un líder nace o se hace? “Esa es una típica disyuntiva sobre el liderazgo”, explica la docente Verónica Vargas. “En las últimas décadas el mundo ha cambiado. Este mundo es más complejo y menos lineal. Ya no se habla mucho del líder como si una sola persona pudiera llevarse todo el peso. De lo que se habla ahora es del ejercicio de liderazgo”. Verónica cuestiona también la figura del líder superpoderoso e idealizado. “Yo creo que lo que hemos hecho a lo largo de los años es deshumanizar a los líderes”.

En ese sentido, la docente explica que uno puede tomar, en determinadas situaciones, la opción de liderar. Y, en otras situaciones, decidir no hacerlo. “Lo que importa”, comenta ella, “es que tú estés eligiendo lo que quieres hacer, que tú puedas ejercer liderazgo sobre ti mismo, que puedas conocerte a ti mismo”.

La docente destaca el autoconocimiento como una de las condiciones necesarias de liderazgo. “Tienes que saber dónde estás y tener una mirada sistémica”. Con mirada sistémica, se refiere a entender de forma integral las estructuras de la organización en la que se desea impulsar un cambio: quiénes son parte de dicha organización, qué roles y qué opiniones tienen sobre los desafíos que enfrenta la organización. Así, suma otras condiciones necesarias: voluntad para transformar y superar desafíos, credibilidad, resiliencia, perseverancia, empatía, gestión de las emociones, humildad, entre otros.

En la Pacífico promovemos el liderazgo y los motivamos a autoconocerse, antes de ejercer un rol de líder.

De la misma forma, asegura que la más grande amenaza para un líder proviene de sí mismo. En concreto, proviene de su propio ego. “¿Para qué quieres hacer las cosas? ¿Quieres movilizar a las personas por un propósito personal o colectivo?”, pregunta la docente. Incluso, describe algunos casos en los que la discreción y la misma inacción pueden ser ejercicios de liderazgo. Es decir, cuando el líder se hace a un lado y empodera a su equipo permitiéndole hacerse cargo. “Si el de arriba no suelta, no le deja hacer a los demás, los de abajo no aprenderán a hacerse cargo”, explica.

En el contexto de las aulas, ¿cómo se puede distinguir el liderazgo y conducirlo para que sea mejor aprovechado y desarrollado? Estas habilidades, asegura, hay que desarrollarlas siempre, incluso en la adultez, pero mientras más temprano se empiece será mejor. Asimismo, explica que cada caso puede ser distinto y hay que saber interpretarlo. “Hay niños que tienen que aprender a callarse y hay otros que tienen que aprender a hablar. Otros necesitan desarrollar empatía. Otros niños necesitan entender qué pasa alrededor o cuándo es un buen momento para decir ciertas cosas. Otros necesitan entender que hay personas distintas a ellos y que en la diversidad hay mucho valor”.

En cuanto a fortalecer las condiciones que podrían ser cruciales en el ejercicio del liderazgo, la docente destaca una herramienta clave: el feedback o retroalimentación. “Es una herramienta antigua, pero no la usamos lo suficiente”, afirma. Cuestiona, por ejemplo, que en el colegio se acostumbre a entregar la libreta a los padres o a las madres sin presencia de los niños, saltándose al principal interesado y protagonista. “A mí me parece que la escuela tradicional viene desperdiciando el mejor espacio de feedback, que es la entrega de la libreta. El momento ideal para explicar al estudiante qué debe hacer distinto y qué es lo que hizo bien”.

Asimismo, insististe en que es necesario fortalecer el autoconocimiento y la autogestión desde temprana edad. Estimular a los niños para que aprendan a decidir y a interpretar sus emociones: “¿Qué quieres ponerte? ¿Color rojo o azul? ¿Quieres sentarte en una silla o en el piso? Que aprenda a decidir. Además, ir viendo qué cosas hace bien: si le es más fácil saltar que dibujar, leer que sumar. Y un niño con la capacidad de decir lo que siente ya está llegando bastante más lejos que muchos adultos”.